El objeto de este blog es aportar experiencias que he tenido y tengo con este amor-afición a los animales, y en especial con las aves. No sé exactamente desde cuando tengo esta pasión, seguramente todo empezó con aquella canaria blanca que me regalaron cuando tenia 8 años, o también podría ser por la cantidad de animales de todo tipo que mi padre me traía vivos cada vez que volvía de cazar o pescar.

Pertenezco a la Asociación Castellana de cetrería desde el año 1987, aunque actualmente no practico ni tengo pájaro, he practicado la cetrería hasta el año 1996, he manejado y he tenido en posesión varias especies de aves tanto de bajo vuelo como de altanería para practicar la cetrería.

Desde 1999 pertenezco a la Asociación Ontológica Vallisoletana desempeñando diferentes cargos, entre ellos he sido Delegado de Silvestres durante el cual fuí parte activa en la elaboración del borrador de la Ley de Captura Tenencia y Cría en Cautividad de Especies Fringílidas en Castilla y León. En la actualidad soy el Secretario de la Asociación, y tengo el Número de Criador Nacional : Z-549

Actualmente crío canarios de color de las gamas siguientes ágata amarillo mosaico, ágata rojo mosaico, verde I/N, gris dominante, luganos y pardillos en pureza (Pluma clásica), híbridos de pardillo y lugano, periquitos de varias mutaciones, y una pareja de ninfas

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DEDICATORIA


A MI AMIGO, JOSÉ IGNACIO RIVAS MERINO D.E.P.

Dicen, que  cuando una persona muere, los que la conocían solo tienen buenas palabras, buenos  recuerdos y elogios de ella, y si hay algo malo, se calla, se olvida, o no se nombra por respeto a su memoria y a su familia, pero en el caso de Jose no es así. El era una persona siempre dispuesta a todo nada egoísta, la mayoría de las veces muy alegre, siempre de buen humor y con una sonrisa dibujada en  la cara, servicial, colaborador desinteresado en todos los proyectos, se apuntaba a todo para echar una mano. Siempre preocupado por su familia y amigos, era impresionante la cantidad de amigos que tenía, estaba ahí cuando alguna vez le necesité. No recuerdo que alguna vez le llamara para pedirle algún favor o algo en concreto, y me contestara con una disculpa, era la bondad personificada. Apasionado de los animales y enamorado de la naturaleza, era muy dado hacer escapadas nocturnas con un saco de dormir, y poco mas. Dormía a cielo abierto contemplando las estrellas, muchas veces se iba  a pasar la noche a la Santa Espina, solo o acompañado de algún amigo, sobre todo para celebrar algún acontecimiento importante, era su mejor forma de celebrarlo. Muy prudente y político en todos los sentidos, recuerdo como muchas veces me advertía, que por su trabajo él veía muchos accidentes de trafico, me decía que fuera cauteloso conduciendo, que no merecía la pena el ir con prisas o pensando en otras preocupaciones, y lo que son las cosas... más prudendete conduciendo que  Jose, creo que pocos había, y le tuvo que pasar a él por la imprudencia de otro. En muchas  ocasiones me comentaba que la vida eran dos días,  que había que disfrutar y aprovechar cada momento y oportunidad que se presentase, y creo que hasta aquel fatídico día de agosto en que murió, él lo llevó a cabo al pié de la letra.
Se que me dejo mucho, se podría escribir mil y una anécdotas, y recordar muchos momentos  que pasamos juntos en las salidas al campo que hacíamos,  pero estoy seguro que no le gustaba que le adulasen en demasía.
Así era Jose Rivas.
¡¡Se te echa mucho de menos!!

                                           




























                                         Jose y la Tanca


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José Ignacio Rivas Merino (por Sirio Sobrino Madejón)
 In memoriam


 Aún recuerdo aquel día en que fui con él a buscar nidos de azor. No vimos ninguno, pero nos hicimos amigos. Era muy fácil ser amigo suyo. Jose era el arquetipo del hombre bueno que no infunde ningún temor a los demás y que inspira una total confianza. Era como si toda la carga de violencia y de miedo que llevamos los demás, en su caso se hubiera gastado en la anterior generación. El sonreía con todo, no le guardaba rencor a nadie y se conformaba con lo que le viniese. Era un ángel. 
Era también un “bichero”, como lo somos tantos de nosotros, y el gusanillo de la cetrería no sé muy bien por dónde le vino, pero un día me preguntó si podía venir conmigo y con el azor (la Vieja) a cazar, que él nunca lo había visto así en serio. Al domingo siguiente, sin más, nos fuimos a buscar la liebre a los Montes Torozos. La echamos al final de la tarde y el pájaro la voló muy bien, pero el agarre se produjo defectuoso, pues con una mano trabó de la pata trasera y el costado, y con la otra intentaba ir a la cabeza pero sin conseguirlo, de forma que la liebre sólo podía correr en círculos muy cerrados. Y allí estaba el Jose de pie, en el centro, procurando coger a la liebre, mientras ésta con el pájaro a la espalda daba vueltas a su alrededor. Hizo varios intentos hasta que la fatalidad le llevó a pisar las pihuelas. El pájaro se quedó clavado y la liebre se soltó de tirón, y ya no hubo más quehacer, sino consolar al Jose, que sólo le faltaba llorar. Al final me echó la culpa a mí por “llevar de caza a principiantes”. Así era el Rivas de cautivador. 
Luego vivió su mejor época de cetrero y arrasó en el coto que tuvimos junto a la Esgueva. Él y la Belga se lo pasaron de miedo en aquel laderón plagado de conejos. 
Consiguió, (lo decía con razón su padre), todo lo que quiso: Una esposa, Ana Martínez, guapa y trabajadora, unos hijos, Rubén y Raquel, obedientes y espontáneos, una casa preciosa hecha con sus propias manos y un trabajo en el Ayuntamiento, donde los mismos compañeros decían que lucía el uniforme como nadie. 
Para quienes le conocimos, siempre fue la mano cordial que se estrecha con auténtico gusto, o el oído que precisas te escuche, y siempre tuvo la sonrisa dispuesta para todos. Cuando esta Nochebuena jugábamos en casa al “amigo invisible”, me acordé de él. 
Su vida fue un regalo para quienes le tuvieron. 
Hay un nido de azores en un gran chopo del valle de La Espina, muy cerca del Monasterio. Junto al árbol y bajo el nido, que él conocía desde la adolescencia, se esparcieron sus cenizas, y dicen los cetreros de la zona que este invierno han visto a los azores tomar desde allí el sol de la mañana. Debe ser un buen sitio. 
Descansa en paz buen amigo. 
Sirio Sobrino.


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